Zacarías
CONTEXTO HISTÓRICO DE ZACARÍAS
El libro de Zacarías menciona tres fechas exactas. Las dos primeras (1:1,7) corresponden al segundo año de Darío (Histaspes), es decir, el año 520 a. C., y coinciden con las profecías de Hageo (ver la introducción a Hageo). La tercera (7:1) corresponde al año cuarto del reinado de Darío y señala la llegada de una delegación que había ido a rendir culto al Señor y a preguntar si debían continuar cumpliendo el ayuno en conmemoración de la caída de Jerusalén.
Los caps. 1–8 tratan sobre la reconstrucción del templo, los sacerdotes y el futuro de Jerusalén, en tanto que los caps. 9–14 están dedicados fundamentalmente a un futuro lejano y al advenimiento del reino mesiánico. A causa de esta división, algunos estudiosos creen que estos últimos capítulos pertenecen a un segundo autor. Sin embargo, es igualmente probable que debido a ciertos cambios en el clima social y político de Israel, Zacarías decidiera cambiar el tenor de sus profecías. Si así fuera, es posible que las profecías mesiánicas se hayan dado a conocer alrededor del año 500 a. C.
SIGNIFICADO DEL MENSAJE DE ZACARÍAS
Zacarías enfatizó la presencia del Señor en medio de Su pueblo (1:16; 9:9-10; 14:4,9) y también la necesidad de obedecerlo, particularmente, en lo concerniente a la justicia, la misericordia, la compasión y la verdad. A Zacarías le preocupaba que los repatriados repitieran los errores de sus antepasados, cuya desobediencia había desatado el castigo de Dios (1:1-6).
Las ocho visiones nocturnas de Zacarías se refieren a los planes del Señor, tanto con relación a Su pueblo en Judá y Jerusalén, como con relación al resto de las naciones. Los diferentes colores de los caballos en la primera y la última visión representan diferentes aspectos del castigo que el Señor impondrá a las naciones. Las visiones centrales muestran que Dios está pronto a restaurar Su relación con el pueblo de Judá y Jerusalén. Los pasos que llevan a la restauración incluyen restituir el sacerdocio, reconstruir el templo y limpiar la tierra de toda iniquidad.
Zacarías, como Hageo, no se limita a hablar de la situación presente de la nación, sino que también se ocupa del futuro. Algunos aspectos de las visiones se refieren al futuro reino mesiánico, particularmente, a la promesa de la venida del Mesías (3:8-10). Zacarías explicó que el Mesías reuniría los oficios de sacerdote y rey en una sola persona (3:8; 6:12-13) y que sería Dios mismo (12:10; 13:7). Zacarías afirmó categóricamente que Yahvéh será «rey sobre toda la tierra» (14:9; comp. 2:10-12; 8:20-23) y dijo, asimismo, que el Mesías, representante de Dios, sería «rey» (9:9-10; comp. 3:8; 6:12-13; 11:4; 13:7). Además, presagió lo que acontecería en la cruz de Jesucristo, al poner de relieve el rechazo sufrido por el representante de Dios (11:4-13) y la consiguiente necesidad de purificar la tierra (12:10–13:1).
El Señor habita en medio de Su pueblo y quiere bendecirlos, pero ellos se empeñan en desobedecerlo y seguir sus propios caminos. Esta es la tensión que Zacarías, igual que muchos otros profetas antes que él, planteó en su mensaje. Y es la misma tensión que hoy experimentamos en la iglesia. Necesitamos el mensaje de Zacarías para que guíe nuestro pensamiento hacia el plan de bendición y purificación que Dios tiene para nuestra vida.
Resulta alentador para el creyente, y una señal para el no creyente, comprobar cuántos aspectos de la vida y el ministerio de Jesús fueron anunciados con mucha anticipación por los profetas del A. T. En tal sentido, se considera que el libro de Zacarías, junto con Isaías y los Salmos, es una obra de valioso contenido mesiánico.