SALMOS

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El libro de los Salmos es la colección de poesía lírica más extensa que se ha conservado desde la antigüedad hasta nuestros días. Por supuesto, tratándose de un libro de la Biblia, son poesías de carácter religioso, a través de las cuales se manifiestan sentimientos que se despiertan y agitan en el creyente cuando este dirige sus pensamientos a Dios y crece en su vida de fe. Los salmos expresan con piedad y reverencia, pero a la vez, con franqueza y valentía, sentimientos de gozo y de sufrimiento, miedo y seguridad, victoria y tragedia, duda y confianza, angustia y esperanza.

 

En ocasiones, el lenguaje del salmista sorprende al lector por lo fuerte y directo. Pero no debemos olvidar que, a menudo, los escritores se hallaban entre la vida y la muerte, víctimas de enemigos crueles y despiadados, o traicionados por sus amigos u obligados a lidiar con los peligros impuestos por la naturaleza durante sus viajes. Como no había paz duradera, la gente no se sentía segura, y cada día era un nuevo desafío. Sin embargo, estaban convencidos de que el señorío de Dios se extendía a todas las áreas de la vida, y se regocijaban en la ley del Señor, reconociéndola como guía para su vida.

 

En cada ocasión en que Dios manifestaba Su soberanía interviniendo de manera directa en la vida de Israel, el pueblo le rendía alabanza. Cuando Dios no parecía dispuesto a intervenir, expresaban su pesar por la encrucijada y oraban con mayor fervor. Cuando les parecía que la vida era injusta, reflexionaban sobre la sabiduría de las decisiones de Dios. Pero en cada situación reafirmaban su confianza en el amor y la fidelidad de Yahvéh, y su compromiso de servirlo. Esto explica por qué la colección de salmos se convirtió en el libro de himnos y oraciones utilizado en el templo.

 

Los «sobrescritos o encabezamientos» (indicaciones breves que redactores posteriores agregaron al título de algunos salmos, para explicar el propósito de la composición, la melodía o cómo debía ejecutarse) a menudo incluían notas sobre el autor. Aproximadamente, la mitad de los salmos se le atribuyen a David, mediante la frase preposicional «de David». Los eruditos de la alta crítica, decididos a asignarle a los salmos una fecha de composición muy posterior (el período posexílico, como mínimo, cuando no, la época de los macabeos [aprox. 150 a. C.]), sostienen que la traducción de esta preposición (lamed) no debería ser «de» sino «para», que era su significado más frecuente. En ese caso, los poemas estarían dedicados a David, pero habrían sido escritos por otra persona. Por supuesto, están aquellos eruditos bíblicos modernos que directamente desechan los encabezamientos por considerarlos agregados espurios y, aunque aceptan que David pudo haber escrito algunos salmos, creen que en su mayoría fueron escritos mucho tiempo después y que incluso las composiciones de origen davídico se vieron sometidas a una intensa revisión.

 

Sin embargo, hay pruebas más que suficientes para respaldar la opinión tradicional de que David escribió, al menos, la mitad de estos salmos, y que buena parte del resto se escribió en los primeros tiempos de la nación, y no, en un período posterior (aunque algunos salmos, por ejemplo, el 126, son indudablemente posexílicos). En primer lugar, la Escritura presenta a David como cantor, compositor y principal impulsor de la música en el templo (2 S. 6:5; 1 Cr. 15:3-28; 16:4-43; 23:1-5). Segundo, a menudo el N. T. cita textos del Salterio, reconociendo a David como autor, o bien, usando su nombre para referirse a toda la colección. Tercero, la forma literaria característica de los salmos —el paralelismo y la métrica, un lenguaje en común y el uso de determinadas formas verbales— tiene antecedentes casi idénticos en la poesía cananea, 400 años antes de David. No hay motivo, pues, para atribuir una fecha tardía al libro de los Salmos sobre la base del estilo y vocabulario de los textos. Cuarto, y último, existen muchas pruebas bíblicas (Hab. 3:1) y extrabíblicas (ver las antiguas ostraca hebreas) que avalan el uso de la preposición lamed acompañando el nombre del autor o emisor de un documento.

 

Por cierto, se debe analizar cada salmo individualmente, ya que la preposición no cumple la misma función en todos los textos, ni aun en el caso de los encabezados o sobrescritos. Ahora bien, si se acepta la validez del «lamed indicador de autor», entonces, según la tradición antigua: Moisés escribió el Sal. 90; David compuso 73 salmos; los Sal. 50 y 73–83 pertenecen a Asaf o sus descendientes; Hemán ezraíta escribió el Sal. 88; Etán ezraíta escribió el Sal. 89, y Salomón escribió los Sal. 72 y 127. El resto de los salmos son anónimos. En algunos casos, la preposición indica que el salmo está dirigido «al músico principal», o que deben cantarlo «los hijos de Coré» o señala otros propósitos. Así, pues, la colección de los salmos se formó a través de siglos, con la contribución de diferentes autores, desde Moisés (Sal. 90) hasta los israelitas que regresaron del cautiverio en Babilonia (Sal. 126). 

 

Los numerosos encabezamientos que acompañan a los salmos, probablemente, no hayan formado parte del texto original: notas sobre el autor, la ocasión o momento en que el salmo debía ejecutarse y de qué forma, o indicaciones sobre la música. Sin embargo, se las debe tener muy en cuenta al encarar el estudio de la colección, porque preservan el testimonio de antiguas tradiciones relativas al origen y el uso de los salmos.

UN LIBRO DE ALABANZAS

El nombre «libro de los Salmos» deriva del título que la traducción griega le dio a la colección. (Un salmo es una composición musical que se canta acompañado de instrumentos de cuerda; en hebreo, se los llama mizmor; en griego, psalmos). El título hebreo es el «libro de las Alabanzas» o, sencillamente, «Alabanzas», nombre muy apropiado para la colección dado que casi la totalidad de los salmos incluye alguna forma de alabanza. Incluso en los salmos de lamentación, vemos el recorrido del salmista desde la súplica hasta la alabanza; una alabanza que, con frecuencia, se expresa como un voto que el salmista cumplirá en el santuario después de que Dios responda a su súplica. Según el tipo de salmo, se reconoce si se rinde alabanza en ese momento o se hacen votos de alabanza. Lamentablemente, las traducciones a las lenguas modernas no siempre logran reflejar esta diferencia.


Dado que los salmos expresan la concepción religiosa de los israelitas, muchos de ellos se enviaban al templo para ser usados en los servicios religiosos. En tal sentido, muchos salmos expresan el gozo y el privilegio de entrar a los atrios del Señor y acercarse al altar para cumplir con el ritual del santuario. Los versos de muchos salmos seguían el orden litúrgico del templo y, posteriormente, el de la iglesia. Esta función de los salmos, unida al despliegue de sentimientos religiosos personales, hace de ellos la expresión de alabanza más fuerte y vigorosa del antiguo Israel, tanto en lo que respecta a la piedad individual, como a la celebración comunitaria durante las fiestas más importantes.


Los salmos se inscriben dentro del discurso literario, de expresividad más intensa que otros tipos de discurso y caracterizado por uso deliberado de recursos, tales como imágenes, símbolos, figuras retóricas, lenguaje emotivo y significación múltiple. Con frecuencia, el lector debe familiarizarse con los usos del lenguaje poético para llegar a comprender plenamente lo que el texto se propone transmitir. Se puede expresar mucho más a través del lenguaje figurado que mediante las afirmaciones proposicionales directas, puesto que aquel apela a connotaciones conceptuales y emocionales, y remite a la cultura y a la historia a través de alusiones y referencias diversas. Para comprender los salmos y su impacto, es preciso conocer su cultura y percibir lo que experimentó el pueblo de Israel al vivir entre vecinos paganos que, a menudo, intentaban destruirlos. Sólo así se comprende, en toda su magnitud, la esperanza expresada en los salmos respecto del reinado del Señor sobre todas las naciones, y se aprecian las alabanzas del pueblo por lo que Él ha hecho.


Por lo tanto, el libro de los Salmos es un himnario que abunda en indicaciones sobre las melodías y los instrumentos musicales. Algunas están incluidas en los sobrescritos que acompañan al salmo, y otras están incluidas en el propio texto, que invita a alabar con toda clase de instrumentos (algunos conocidos, y otros, no). El lector debe entender que no son meros poemas contemplativos que han de convertirse en objeto de estudio, sino himnos y oraciones compuestos para que el pueblo cante y ore. En consonancia con esto, la métrica y el acompañamiento musical contribuían, mucho más que otros géneros, a que la gente memorizara los textos.

LA CREDIBILIDAD DE LOS SALMOS

A través de los años, se intentaron diferentes enfoques al libro de los Salmos. Por mucho tiempo, estos poemas se estudiaron desde el punto de vista doctrinal, sin prestar atención a lo que revelaban sobre el culto de Israel, a pesar de que se cantaban durante los servicios religiosos. Después de la Reforma, con el desarrollo de la alta crítica, comenzaron a aparecer estudios de los salmos que aplicaron el mismo método crítico que se usaba con otros libros de la Biblia, centrado en aspectos filológicos, estructura poética y pensamiento teológico. Todo este proceso dio como resultado una datación posterior de los salmos. Los eruditos bíblicos identificados con una corriente más tradicional intentaron determinar el contexto histórico que dio origen a los salmos, aunque contaran con muy pocos elementos para hacerlo.


A comienzos del siglo xx, los avances en la crítica de las formas permitieron encarar la crítica textual desde una visión más positiva, haciendo que el lector tomara conciencia de las formas literarias antiguas y su función, particularmente, con relación a los actos rituales del culto de Israel. Los eruditos de la crítica de las formas también intentaron identificar el contexto en el que había surgido cada uno de los salmos, basándose más en la forma y función que en las esporádicas referencias históricas. Aunque tal identificación resulta, a menudo, imposible, este nuevo enfoque permitió distinguir diferentes tipos de salmos: lamentación, alabanza, alabanza descriptiva, salmos reales, salmos de peregrinaje, salmos de entronización y salmos de sabiduría, además de otros que combinan aspectos de diferentes tipos de salmos. Muchos especialistas en la crítica de las formas intentaron rastrear el proceso de cada salmo hasta su forma final, una tarea probablemente imposible (no disponemos de pruebas) y ciertamente innecesaria (la forma final del texto es el texto canónico que estudiamos y exponemos). Estos intentos de determinar qué partes de un salmo se compusieron en un período más temprano o más tardío no han arrojado resultados convincentes.

Los estudios modernos se concentraron en la teología bíblica de los salmos. El tema principal que atraviesa la colección es el reinado de Dios y cómo ese reinado impera sobre toda la creación. Las alabanzas de Israel celebran cada acontecimiento que expresa un avance en la instauración de ese reinado; el pueblo ora para que la voluntad de Dios se cumpla en la tierra como en el cielo. En los salmos, encontramos un esbozo de la esperanza de la venida de un gran Rey, algo que si bien no es frecuente, se expresa con mucha fuerza en algunos pasajes. Así, los salmos no solo expresan la fe del antiguo Israel al procurar aprender a vivir en este mundo, sino que, además, apuntan hacia Aquel que dará perfecto cumplimiento a la Palabra de Dios y establecerá Su reino.


Al leer en los salmos los pasajes referidos al reino, el cristiano reconoce claras referencias a la persona y obra de Jesús, el Mesías. Además, muchos salmos apuntan a Jesús a través de profecías indirectas sobre Su padecimiento, muerte y resurrección, o mediante una acertada descripción de Su vida de obediencia en medio de los enemigos. Antes del nacimiento de Jesús, hubo intérpretes judíos que reconocieron la existencia de muchos de estos pasajes llamados mesiánicos, de modo que no es posible desecharlos como perspectiva cristiana posterior. El Espíritu de Dios guio de tal modo el corazón y la mente de los salmistas, particularmente, de David, que las palabras que emplearon para describir sus propias experiencias no solo respondieron a ese momento histórico, sino que también encontraron pleno cumplimiento en la persona y la obra del Hijo de Dios, y no únicamente en Su primera venida, sino cuando regrese a reinar en gloria.


Con respecto al texto original de los salmos, existe considerable consenso entre los eruditos bíblicos. El texto masorético, a todas luces el texto principal debido a los signos de autenticidad que exhibe, es el que ha preservado en gran parte el hebreo original. La traducción griega es una obra de gran utilidad porque logra captar, en su mayor parte, el significado de cada versículo en su contexto. No obstante, en lugar de preservar lo tosco del original, clarifica las construcciones complejas y a menudo atempera las dificultades incorporando términos familiares, o bien, sustituye términos específicos por otros más generales. Los Rollos del Mar Muerto confirmaron que el texto preservado por la tradición masorética es muy anterior a los mss. masoréticos que poseíamos. Aquellos son del siglo i, y estos, del siglo x. En suma, podemos tener una considerable certeza de que los mss. de los salmos que han llegado hasta nosotros preservaron el texto original. Cuando aparecen variantes en diferentes lecturas, casi siempre es posible identificar el texto correcto mediante el uso adecuado de los métodos de la crítica textual.


Las citas del Salterio que encontramos en el N. T., generalmente, pertenecen a la traducción (o traducciones) griega, porque facilitaba la comunicación con un mundo en el que la lengua griega continuaba atravesando fronteras. A menudo, el texto griego presenta inexactitud en la traducción, pero transmite el sentido dado por el contexto original y, además, les proporcionó a los autores del N. T. un texto bíblico que podían usar en sus exposiciones y en la enseñanza. En unas pocas ocasiones, el texto griego presenta diferencias significativas. Por consiguiente, cada una de las citas correspondientes al período intertestamentario debe ser estudiada individualmente a fin de determinar su significado y cómo se la usa en el N. T.