ROMANOS
FECHA DE COMPOSICIÓN
Pablo escribió esta carta, la de mayor peso e influencia entre todas sus cartas, durante su permanencia en Corinto, en su tercer viaje misionero en el año 57 d. C. (Hch. 20:2-3). Aunque nunca había estado en Roma, conocía a varias personas de allí (cap. 16) y confiaba en que iría a visitarlos en poco tiempo (1:10-15; 15:32). Pablo esperaba tener la oportunidad de compartir el evangelio con ellos, y que ellos lo ayudaran a extender su ministerio hacia el oeste (15:23-24,28-29). Pero antes de este encuentro, debía entregar las ofrendas recogidas por los cristianos de Macedonia y Acaya para la iglesia de Jerusalén (15:25-28), por eso les pidió que oraran por el éxito de esta misión y para que el Señor lo protegiera de sus enemigos (15:30-32).
Algunos se preguntan cómo Pablo pudo conocer a tantos cristianos en Roma —menciona 26 personas en el cap. 16— si nunca había visitado la ciudad. Pero la explicación es sencilla: Roma, la gran capital imperial, atraía multitud de personas, y muchos creyentes que Pablo había conocido durante sus años de ministerio ahora vivían allí. Era, pues, lógico que los saludara en una carta cuyo propósito era solicitar a la iglesia de Roma que colaborara con su ministerio. Priscila y Aquila son un buen ejemplo de esta realidad: sabemos, a través de Hechos y de las cartas de Pablo, que el apóstol había pasado tiempo con ellos en Asia y en Grecia (Hch. 18:1-3,18-19; comp. 1 Co. 16:19; 2 Ti. 4:19), y ahora los encontramos en Roma (Ro. 16:3-5).
EL SURGIMIENTO DE LA IGLESIA DE ROMA
No se sabe con certeza cómo nació la iglesia en Roma. Es posible que haya comenzado como un grupo de creyentes de origen judío, y no sería extraño que todo hubiera empezado poco después de Pentecostés. Con el paso de los años, la iglesia creció y quedó conformada por un grupo numeroso de judíos y otro, igualmente numeroso, de gentiles.
Esta carta le dio a Pablo la oportunidad de instruir a los creyentes en los fundamentos de la salvación. La iglesia enfrentaba problemas específicos debido a su diversa composición racial, y Pablo les habló tanto a los judíos (2:17–4:25) como a los gentiles (por ej., 1:13-15; 11:13; comp. 14:1–15:13). No obstante, el tema central de Romanos es la salvación. En la sección comprendida entre los caps. 1:18–8:39, Pablo describió la condición humana desde la perspectiva divina y expuso todo lo que Dios hizo para perdonar y restaurar la relación entre Él y los seres humanos. Además, Dios dio Su Espíritu a todos aquellos que confían en Su gracia divina. Mediante el Espíritu Santo, aquellos que han sido justificados por la fe pueden vivir en santidad, agradándole a Dios en todo. Después de explicar el lugar de los judíos y los gentiles en el plan divino para todas las edades (caps. 9–11), Pablo describió las implicaciones éticas de ser salvos en Cristo (12:1–15:13).