NÚMEROS

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El libro de Números trata sobre la fidelidad; describe la relación de un Dios siempre fiel con un pueblo que, a menudo, le es infiel. Considerado en su conjunto, el libro confronta al pueblo de Dios con el desafío de vivir en justicia y santidad de acuerdo con la Palabra de Dios, para poder, de ese modo, disfrutar de la bendición y las bondades de vivir en comunión con Él.

 

El título «Números» proviene del título de la Septuaginta, Arithmoi, debido a los dos censos registrados en los caps. 1 y 26, y a otras referencias a las doce tribus de Israel. El título en lengua hebrea, Bemidbar, «En el desierto», describe el entorno geográfico de gran parte del libro. Después de la opresión y esclavitud en Egipto, Israel experimentó la fidelidad de Dios durante la travesía del desierto. Allí Él suplió todas sus necesidades y les prometió una tierra de abundancia y prosperidad, «que fluye leche y miel» (Nm. 14:8). El gran desafío era vivir en fidelidad a lo que Dios les había revelado y así heredar la tierra prometida a Abraham y los patriarcas en el pasado, y a sus descendientes en el presente y el futuro.

 

Tradicionalmente, los eruditos bíblicos cristianos han sostenido que Moisés fue el autor del Pentateuco, con excepción del relato de su muerte en Dt. 34. Respaldan esta opinión varios comentarios que afirman de manera explícita que fue el propio Moisés quien escribió las palabras del pacto que oyó del Señor (Ex. 24:4; Dt. 31:9), las etapas de la travesía de los israelitas desde Egipto hasta Moab (Nm. 33:2) y el cántico sobre la rebeldía de Israel (Dt. 31:19-22). A esto se suman cientos de expresiones sobre que Dios se reveló a Moisés (desde Ex. 3:4 hasta Dt. 34:4). También el N. T. le atribuye a Moisés la redacción del Pentateuco, generalmente en el marco de referencias de Jesús a las leyes incluidas en este (Mt. 8:4; 19:7-9; Mr. 1:44; 7:10; Lc. 5:14; 24:44; Jn. 1:17,45). Varios pasajes bíblicos se refieren a la Escritura como «Moisés y los profetas» (ver Lc. 16:31; 24:27,44; Hch. 28:23), una expresión que claramente identifica a Moisés con la Torá o el Pentateuco.

 

Al atribuirle dicha redacción a Moisés, la fecha del libro de Números sería hacia fines del siglo xv o fines del siglo xiii a. C. De acuerdo con las pruebas históricas y arqueológicas, varios elementos en el libro coinciden con esta época. Las listas del censo en los caps. 1 y 26 presentan paralelos con listas en textos del segundo milenio a. C. hallados en Egipto, Mari, Ugarit y Alalakh; y la disposición rectangular de los campamentos israelitas alrededor del altar se asemeja a los campamentos del ejército de Ramsés II en el siglo xiii a. C. G. Wenham señala otros varios paralelismos con los pueblos del Cercano Oriente del segundo milenio, entre ellos, (1) el diseño del candelabro (Nm. 8:4), que corresponde al período del Bronce Tardío (1550–1200 a. C.); (2) los vestidos con borlas (Nm. 15:38); (3) la designación de los levitas como custodios del tabernáculo (Nm. 1:50-51); (4) la serpiente de bronce (Nm. 21:9), que es semejante a otra hallada en una excavación de un altar madianita en Timnat; (5) y el calendario de las fiestas solemnes (Nm. 28–29) con paralelos tanto en Ugarit como en Emar, en los siglos xv y xiv a. C.

 

La mayoría de los eruditos bíblicos evangélicos sugieren que el libro de Números se originó en tiempos de Moisés y Josué, y que fue sometido en diverso grado a un proceso menor de revisión y ampliación durante los primeros tiempos de la monarquía. Los profetas de los siglos viii al vi a. C. revelan gran conocimiento del texto de la ley, tanto que la mayor parte de sus oráculos de juicio se fundamentan en el conocimiento del Pentateuco.

EL NÚMERO DE ISRAELITAS ENLISTADOS EN EL EJÉRCITO

Uno de los temas más controvertidos en la interpretación de Números es el abultado número de israelitas que reflejan los dos censos en Nm. 1–2 y 26. Si tomamos las cifras literalmente, el total de milicianos israelitas era 603 550 en el primer censo y 601 730 en el segundo, lo cual arroja un total de personas cuatro o cinco veces superior a estas cifras, es decir, unos dos o tres millones, quizá más. Los eruditos de la alta crítica cuestionaron esta interpretación basándose en varios elementos, tanto internos como externos al texto. Entre los elementos externos, mencionaremos: (1) incapacidad de la región del Sinaí para asegurar el sustento de una población tan numerosa; (2) necesidad de contar con una superficie de entre 800 ha y 1300 ha (entre 3 millas2 y 5 millas2) para poder albergar un grupo poblacional tan grande; (3) falta de pruebas arqueológicas de la existencia de una población tan numerosa en las regiones o los lugares mencionados en el itinerario de Israel y (4) falta de pruebas arqueológicas de sitios funerarios y de depósitos de desperdicios de gran tamaño en la región.


Los que basan su cuestionamiento en el primer punto no aceptan la explicación sobrenatural que ofrecen los textos de Éxodo y Números respecto de cómo Dios proveyó al pueblo de maná y de carne. En cuanto a la superficie o extensión territorial, todo depende de dónde uno ubique el Monte Sinaí; probablemente la ubicación tradicional en Jebel Musa, al sur de la península de Sinaí, justificaría el cuestionamiento de que no había espacio suficiente, pero había otras regiones con mayor extensión territorial. Finalmente, se puede dar respuesta a los dos últimos puntos si se conocen las costumbres de los nómadas; que dejan muy pocos rastros perdurables de su cultura, salvo en el caso de algún sitio significativo, como el sitio funerario de un clan.


También entre los elementos internos, surgen problemas que dificultan una lectura literal tradicional. En primer lugar, el total de varones mayores de 20 años, aptos para enrolarse en el ejército (Nm. 1:46; 2:32), arroja un total de población masculina cercano al millón de hombres. Al dividir esta cifra por los 22 273 primogénitos varones de Nm. 3:43, obtenemos una cifra de entre 40 y 50 varones por familia; muy por encima de cualquier cálculo realista. En segundo lugar, durante la época de los jueces, los ejércitos de Débora y Barac sumaban solo 40 000 (Jue. 5:8), un número notoriamente inferior a los 301 000 registrados durante el segundo censo de las seis tribus. Igual cifra, 40 000, se atribuye a los que cruzaron el Jordán hacia Jericó (Jos. 4:13), y solo 30 000 fueron enviados contra Hai y Bet-el durante la segunda campaña en Jos. 8:3.


Debido a estas dificultades, varios eruditos han propuesto maneras alternativas de interpretar estas abultadas cifras: (1) El censo correspondería a un período posterior en Israel, por ej., el período del reino davídico. Esta opinión debe ser descartada puesto que supone la falta de credibilidad de estas cantidades en su contexto original. (2) Se trata de cifras hiperbólicas; el autor usó este recurso y multiplicó las cantidades, por diez, quizá, para resaltar la providencia de Dios a Israel con una enorme descendencia. Esta posición solo podría ser admisible si aceptamos que los lectores originales comprendían el sentido figurado de esas cifras. (3) El término hebreo ‘elep (mil) debería traducirse «clan» o «unidad militar» (comp. Nm. 1:16; 10:4; 1 S. 10:19; 23:23; Miq. 5:2). En ese caso, Nm. 1:20-43 haría referencia a 598 clanes compuestos de 5500 hombres. Sin embargo, la suma en Nm. 1:46 (comp. Ex. 38:26; Nm. 2:32) no da como resultado 598 sino 600 ‘elep y 3 ‘elapim (más 550). Además, el término parece significar literalmente «mil» cuando se lo usa en un contexto donde se contabilizan cantidades, particularmente en el censo de Nm. 1–4, donde los millares siempre están seguidos de centenas (excepto la cifra exacta 22 000 en Nm. 3:39).


Sin embargo, las propuestas que intentan resolver el problema reduciendo las cifras enfrentan otras tantas dificultades. Un grupo pequeño de israelitas no hubiera podido reunir la enorme cantidad de metales preciosos (casi 1000 kg [más de 2000 libras] solo en oro) que se usó para construir el tabernáculo (Ex. 38:24-29). Según datos arqueológicos, cuando el faraón Merneptah se enfrentó con los israelitas, alrededor del 1230 a. C., los reconoció como un pueblo de importancia considerable. Además, indudablemente no bastaron unos pocos miles de soldados para invadir Canaán; y el medio siclo asignado a cada soldado en Ex. 38:26 parece confirmar con exactitud la cantidad de 603 550 (y también la cifra redonda de 600 000 en Ex. 12:37).


Por lo demás, las dificultades internas tienen explicación. Los 22 273 primogénitos varones se refiere a los primogénitos nacidos aprox. durante el año y medio transcurrido entre el éxodo de Egipto y la realización del censo. En una población de 603 550 varones, debería haber cerca de 200 000 varones de entre 20 y 30 años de edad, lo cual resultaría en unos 20 000 matrimonios anuales. Si admitimos la posibilidad, en algunos casos, de dos períodos de gestación, en 18 meses podrían producirse 22 273 nacimientos de primogénitos varones. Con respecto a los ejércitos menos numerosos en Josué y Jueces, diremos, en primer lugar, que el hecho de que el ejército de Débora y Barac solo reuniera 40 000 hombres (de los cuales solo 10 000 marcharon al frente) es reflejo de la incapacidad de Barac de convocar y reclutar a los varones disponibles. Recordemos que, en tanto que Saúl era una figura imponente, por su físico y por su retórica, que logró reunir un ejército numeroso (1 S. 9:2; 11:7-8), Barac era un hombre débil (Jue. 4:8). Que solo 40 000 hombres del ejército de Transjordania cruzaran el Jordán quizá se deba a que decidieron reservar dos tercios de sus fuerzas para proteger sus hogares y aldeas, a pesar de que habían prometido enviar todos sus hombres (Nm. 32:20-32). Y que Josué solo enviara 30 000 hombres contra Hai y Bet-el puede indicar simplemente que envió lo necesario para lograr el objetivo propuesto. Otra parte del ejército pudo haber tenido a su cargo la defensa del campamento principal, y quizá haya habido otros que no estaban en condiciones de pelear por motivos de salud o impureza ceremonial.


En conclusión, rechazar las abultadas cifras del Pentateuco y del libro de Jueces parece plantear más dificultades que aceptarlas. Sin embargo, es un problema complejo, y los eruditos bíblicos no han logrado consenso. Pero sea cual fuere nuestra interpretación de las cifras, su importancia teológica es clara: a pesar de la infidelidad de Israel, Dios fue fiel y los bendijo y los multiplicó aun en los tiempos de extrema dificultad durante la travesía del desierto.