Jonás
LA HISTORIA DE JONÁS, ¿REALIDAD O FICCIÓN?
¿Cómo hemos de considerar el libro de Jonás, como narración histórica o ficción literaria? Los elementos biográficos o autobiográficos en los profetas pueden aportar datos históricos o ilustrar el mensaje. Por ejemplo, el matrimonio de Oseas con Gomer sirvió para describir la relación entre Dios e Israel. Los acontecimientos narrados en Jonás ilustran, y hasta podría decirse que constituyen, el mensaje del libro. Que Jonás transmita una enseñanza a través de los acontecimientos narrados no descarta su carácter histórico, así como la enseñanza a partir del matrimonio de Oseas no anula el carácter histórico del libro de Oseas. No obstante, es preciso reconocer que el estilo de Jonás difiere del estilo de los demás profetas menores.
Se han sugerido diversos géneros no históricos para el libro de Jonás: parábola, alegoría, midrás (un comentario sobre una porción de la Escritura), cuento o sátira. Los elementos sobrenaturales presentes en la historia constituyen la razón principal por la que algunos se niegan a aceptar a Jonás como relato histórico. A esto se agregan otros elementos algo insólitos o de corte humorístico, como el decreto del rey que incluye a los animales en el acto de arrepentimiento (3:7-8) o el comportamiento extraño de Jonás como profeta de Dios.
Si bien todas estas razones resultan intrigantes, ninguna descarta de plano el carácter histórico del libro. Más aun, hay dos datos que inclinan la balanza a favor de la historicidad de Jonás. En primer lugar, no es fácil ubicar la estructura formal del libro en ninguna de las categorías de ficción mencionadas; todo en su estructura hace pensar en una obra de carácter histórico. Segundo, la manera en que Jesús se refirió al relato de Jonás sugiere que Él lo consideraba un escrito histórico (Mt. 12:39-41; 16:4; Lc. 11:29-30,32).
CONTEXTO HISTÓRICO DEL LIBRO DE JONÁS
El reinado de Jeroboam II permite fechar Jonás entre los años 793 y 753 a. C., aunque es posible que haya cumplido su misión después de la muerte del monarca. Los asirios, como era previsible, no dejaron testimonios escritos del arrepentimiento de los ninivitas. Asiria atravesaba una situación de debilitamiento en la primera mitad del siglo viii a. C., y aunque Nínive no fue designada ciudad capital hasta el reinado de Senaquerib (705–682 a. C.), hay pruebas de que era residencia real, al menos en forma temporal, en tiempos de Jeroboam II.
Resulta significativo en términos de la comprensión de la historia saber que los asirios fueron temidos en todo el Cercano Oriente y que pusieron en peligro la existencia misma de Israel poco después del tiempo de Jonás. En las inscripciones asirias que se han conservado, se ve cómo se jactan de sus conquistas y del trato cruel que reservaban a sus prisioneros de guerra.
SIGNIFICADO DEL LIBRO DE JONÁS
Hasta cierto punto, es posible proponer más de una interpretación del libro de Jonás debido a que el sentido se descubre a partir de una narración, en lugar de estar expresado en afirmaciones explícitas. No obstante, la historia proporciona algunas claves que sirven de guía. Consideremos dos de ellas:
La primera clave está relacionada con la audiencia a quien iba dirigido el libro. Seguramente estaba destinado al pueblo de Israel o de Judá, no a los asirios. Por lo tanto, debemos preguntarnos cómo habrá reaccionado un israelita al oír esta historia. Otros profetas se quejaron por la falta de respuesta de parte de Israel al recibir sus mensajes, pero los ninivitas respondieron de inmediato ante una sencilla afirmación de Jonás: «De aquí a cuarenta días Nínive será destruida» (3:4). Los israelitas deben de haber recibido la historia de Jonás como una reprimenda y, a la vez, una exhortación a arrepentirse como los ninivitas.
La segunda clave se halla en la razón que adujo Jonás para huir del Señor: sabía que Dios es misericordioso y perdonaría a los ninivitas, en lugar de destruirlos. Jonás puso en evidencia una actitud pueblerina de parte de Israel que pensaba que Dios no se interesaba por la suerte de ningún otro pueblo aparte de ellos. El libro de Jonás intentó corregir esa visión limitada y excluyente.
Al reflexionar sobre la historia de Jonás y preguntarnos si en algo nos parecemos a él, es posible que salgan a la superficie algunas actitudes equivocadas en nosotros. ¿Nos habremos convertido nosotros mismos en la principal preocupación de nuestra fe? ¿Consideramos que un ministerio es importante sólo si está directamente relacionado con nosotros? ¿O con el grupo étnico o racial al cual pertenecemos? ¿Hay grupos a los que nos resulta más fácil odiar que amar? ¿Podemos afirmar que nuestra vida está completamente abierta al amor, la gracia y la compasión de Dios cuando rehusamos amar a aquellos que cometieron graves ofensas contra nosotros?
La parábola de Jesús sobre el siervo que no quiso perdonar (Mt. 18:23-35) ofrece un interesante paralelo a la historia de Jonás. Por cierto, el tema está presente en Deuteronomio (6:4-5), atraviesa todo el mensaje de los profetas y continúa en el N. T.: Dios espera que Su pueblo lo ame a Él de todo corazón y que ame a su prójimo como a sí mismo (ver Mr. 6:8; Lc. 10:25-37; Stg. 2:8; 1 Jn. 4:7-21). El libro de Jonás logra transmitir este mensaje de manera singular.