amós
CONTEXTO HISTÓRICO DE AMÓS
Amós profetizó «… en días de Uzías rey de Judá y en días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel…» (1:1). Esto ubicaría su ministerio entre los años 767–753 a. C., pero dos años después de que Amós comenzó a predicar, hubo un terremoto verificado que permitió fechar el ministerio de Amós más precisamente entre los años 765–760 a. C.
Jeroboam II reinó durante largo tiempo y restauró los límites de Israel desde Hamat en el norte hasta el Mar Muerto en el sur (2 R. 14:25). Esta expansión territorial se dio en el marco de una profunda enemistad entre Israel y su vecino en la frontera norte, el reino arameo (sirio) de Damasco. Las incursiones, cada vez más frecuentes, de los asirios que avanzaban hacia el oeste mantenían muy ocupados a los sirios, lo cual le permitió a Jeroboam II emprender exitosas campañas militares. Además, las relaciones pacíficas entre Israel y Judá aseguraron un tiempo de prosperidad e ininterrumpida actividad mercantil a lo largo de las principales rutas comerciales de ambos países.
SIGNIFICADO DEL MENSAJE DE AMÓS
Amós anunció en las ciudades de Israel, el reino del norte, que muy pronto Dios pondría fin a la nación. Les explicó que el gran despliegue ritual del culto de Israel no bastaba para compensar la falta de compasión y trato humanitario que exigía la ley de Moisés. El hecho de que los israelitas fueran el pueblo escogido por Dios no implicaba que podían ignorar los términos de la alianza que habían recibido de Moisés.
¿Acaso Dios olvidaría el pacto eterno establecido con Su pueblo? La respuesta de Amós fue ¡un no rotundo! El Señor siempre se había mostrado lleno de compasión y misericordia hacia Israel, y cualquier castigo pasado había tenido como propósito hacer que el pueblo se volviera a Dios. A pesar de que no sería posible evitar una total destrucción, Amós dio palabras de esperanza y anunció la restauración de Israel durante un nuevo reinado davídico. Siempre habría un remanente fiel que heredaría las promesas del reino mesiánico.
Amós predicó contra la injusticia y la opresión, anticipando temas que luego aparecerían en el N. T. (por ej., Lc. 1:52-53; 4:16-21; 18:22; 19:8-9; Stg. 5:1-6). En su predicación, también encontramos un antecedente de las enseñanzas de Jesús cuando condenó la actitud de quienes solo reparan en los aspectos formales del culto a Dios y no tienen en cuenta la práctica del amor y la compasión en la vida del creyente (ver Mt. 5:23; Jn. 15).
El libro de Amós genera preguntas sobre la relación entre la moral pública y privada. El profeta no reacciona solo contra la insensibilidad de los individuos, sino también contra estructuras sociales corruptas. Amós invita al lector a buscar principios generales que puedan aplicarse a cualquier sistema de gobierno. Por ejemplo, el libro nos muestra a un Dios preocupado por que el gobierno asegure vías de administración de justicia para todos los ciudadanos (2:6-7a; 5:24; 8:4-6).
Amós reveló que Dios es soberano sobre todas las naciones de la tierra, y que espera que todos los pueblos practiquen la justicia, particularmente, Israel y Judá. Su visión es la de un Dios que creó la tierra y todos los que la habitan; el libro es recorrido por una teología creacionista, con implicancias para todos aquellos que buscan comprender cuál es su relación con el mundo en el que viven.
Las expectativas del Señor con respecto a Israel no difieren mucho de lo que Él espera de nosotros hoy. Debemos recoger de Amós los temas de interés universal; su libro tiene mucho que decir a la iglesia sobre la necesidad de justicia entre los cristianos y también sobre la compasión y generosidad que deben caracterizar nuestras relaciones con la sociedad en su conjunto.
