1 REYES

Autor

Originalmente, en los antiguos mss. hebreos, los libros de 1 y 2 Reyes conformaban una unidad. Dichos libros narran la historia de Israel y Judá desde el final del reinado de David hasta la caída de Jerusalén, en el año 597-596 a. C., bajo Nabucodonosor. Ambos libros conforman una unidad narrativa y presentan las mismas características literarias. Desde una perspectiva contemporánea, la obra se acerca mucho a lo que podría considerarse «género histórico», en el sentido moderno, pero sin olvidar las importantes diferencias que señalaremos a continuación. En la Biblia Septuaginta (LXX), el libro se dividió en dos partes por primera vez, quizá debido a que el texto griego ocupaba más espacio que el hebreo. Diferentes mss. griegos y latinos dividieron el texto en diferentes lugares, señal de que no había tradición establecida y que la división se determinó de manera arbitraria. La LXX tituló los libros 1 y 2 Reyes como «Tercer Reino» y «Cuarto Reino», respectivamente. Los compiladores de esta antigua traducción griega de la Biblia hebrea evidentemente consideraron los textos de Samuel y Reyes como una sola obra dividida en cuatro partes. Sin embargo, los mss. hebreos, en forma unánime, mantienen Samuel y Reyes como dos libros separados.

 

En 1 y 2 Reyes, el autor, el estilo literario y los principios que rigen su composición guardan estrecha relación. El autor o los autores no se dan a conocer, pero ambos libros, sistemáticamente, evalúan a cada uno de los reyes sobre la base de un mismo principio moral: la fidelidad del rey a la ley de Moisés, en particular, a las exigencias de la ley estipuladas en Deuteronomio. Si suponemos que hubo un solo autor —suposición muy probable, dada la coherencia historiográfica de los libros—, el autor debió de vivir en la misma época o en época posterior a los hechos documentados, es decir, durante o después de los 70 años en que Israel estuvo en el exilio.

 

¿Quién, pues, escribió el libro de Reyes? La tradición judía (Talmud: Baba Bathra 15a) le atribuye los libros a Jeremías, debido a que 2 R. 24:18–25:30 se repite en Jeremías 52. Indudablemente, el énfasis en la fidelidad (o infidelidad) del rey a Yahvéh coincide con una preocupación muy presente en Jeremías. Para rebatir esta conclusión, se cita que, al parecer, el relato de la deportación y el cautiverio de Joaquín (2 R. 24:8-17) se escribió en Babilonia, mientras que Jeremías se encontraba en Egipto en aquel momento. Suponemos que el autor o los autores vivieron durante la última época del reino de Judá, dado que en esa fecha finaliza la crónica. Probablemente vivió o vivieron durante el período del exilio de Israel y, por lo tanto, debieron de ser contemporáneos de Jeremías, o más jóvenes que él.

 

Las diferencias verbales entre el relato de 2 Reyes y su paralelo en Jeremías sugieren una fuente escrita más extensa donde ambos se basaron (probablemente, fue el libro de Deuteronomio, dado que este y 1 y 2 Reyes incluyen una larga lista de frases y expresiones en común). Esta comprobación ha derivado en una teoría que propone que el mismo grupo de sacerdotes que editó los sermones de Moisés en Deuteronomio también editó Reyes. Sin embargo, hay una diferencia sustancial entre ambas obras: Deuteronomio transmite la lección que debemos aprender de la historia («¡Aprendan de los errores cometidos por sus padres en Egipto y en el desierto!»), mientras que el interés principal de los libros de Reyes es la alianza (el pacto) y el grado de obediencia del rey y del pueblo.

PROPÓSITO

En segundo lugar, surge la pregunta respecto del propósito de los libros de Reyes. Debemos preguntarnos qué clase de historiador fue el autor y qué principios historiográficos y de composición guiaron su trabajo. El propósito autoral se manifiesta en cómo seleccionar y organizar los hechos que relata, así como también en la inclusión de comentarios editoriales explícitos.

 

Si consideramos la obra narrativa en su conjunto, observamos un énfasis particular en el final del reinado de David y en los logros del rey Salomón. Luego, partiendo desde el comienzo del reinado de Jeroboam I (1 R. 12:25) en Israel, el reino del norte, el autor cubre hechos contemporáneos a su reinado y prosigue con la crónica de los reyes de Judá hasta la muerte de Asa. Después de la muerte de este, el autor alterna su relato entre el reino del norte y el del sur. Este modelo narrativo descubre el propósito: establecer comparación y contraste entre los dos reinos a la luz del plan de Dios para Israel y del ideal establecido en Deuteronomio respecto de los reyes y los reinos. La crónica de cada uno de los reyes sigue un patrón literario similar: (1) correlación entre las fechas de ambos reinos: nombre del monarca, edad al ascender al trono, duración del reinado y nombre de la madre del rey; (2) evaluación teológica del rey por parte del autor: ¿cumplía o no cumplía la ley de Moisés? El patrón literario varía de acuerdo con los cambios de dinastía, particularmente frecuentes en el reino del norte.

LA POLÍTICA Y LA HISTORIA

Cabe preguntarnos qué conclusiones extraer de las decisiones del autor durante el proceso de redacción. En primer lugar, los libros de Reyes presentan una imagen de Israel diferente de la que reflejan documentos históricos de otras naciones contemporáneas. Por ejemplo, mientras que Reyes le dedica solo siete versículos al reinado y los triunfos del rey Omri (1 R. 16:21-27), en los anales asirios este aparece como uno de los monarcas más «importantes» del reino del norte, en razón de sus logros políticos y económicos. El autor de Reyes, sin embargo, no le atribuye importancia. A Ezequías le dedica tres capítulos (2 R. 18–20), mientras que ocho versículos bastan para describir el reinado de Jeroboam II, que muchos consideran la «Edad de oro» de Israel (2 R. 13:13; 14:16,23,27-29; 15:1,8).


Omri y Jeroboam II son fi guras relevantes desde el punto de vista político, pero apenas se les dedican unos pocos versículos. En cambio, los breves ministerios de Elías y Eliseo abarcan cerca de un tercio de los libros. El propósito del autor no es, pues, presentar una crónica completa de la historia de Israel, sino resaltar determinados acontecimientos para sustentar una particular interpretación de esa historia. Su objetivo fue mostrar cómo los reyes de Israel guiaron a la nación a obedecer la ley de Moisés, o bien, con mayor frecuencia, a alejarla de la obediencia, y mostrar también qué medidas tomó Dios con la nación y con las personas individualmente, como consecuencia de esa conducta. Así pues, seleccionó información y acontecimientos que respondían a ese objetivo. Los libros de Reyes son fruto de la reflexión del autor sobre la historia de la monarquía; Deuteronomio establecía las obligaciones que el rey de una teocracia debía cumplir, y el autor se ocupa de mostrar cómo funcionaba esto en la práctica, y cómo operaba la bendición y la maldición según la enseñanza de Deuteronomio.


Los criterios del autor para evaluar la conducta de los reyes de Israel y Judá se basan en dos principios clave: la obediencia trae bendición, y la desobediencia acarrea desgracia, y Dios juzga, en forma permanente, a personas y naciones sobre la base del pacto. Por ejemplo, el autor condena insistentemente a los reyes de Israel por permitir el culto a Asera, la diosa cananea de la fertilidad, en «los lugares altos» (por ej., 2 R. 17:9-10; ver Dt. 16:21). El énfasis en la crítica al reinado de Acab está puesto en su matrimonio con Jezabel, una princesa fenicia, y permitirle que introdujera en Israel el culto a los dioses fenicios (1 R. 16:30-33). Por el contrario, el autor no escatima elogios a Ezequías (2 R. 18:3-7) y a Josías (2 R. 22:2) porque quitaron los lugares altos y restablecieron el culto conforme a los preceptos mosaicos. En cambio, se muestra más mesurado en sus elogios a Asa (1 R. 15:11-14), Josafat (1 R. 22:43), Joás (2 R. 12:2-3), Azarías (2 R. 15:3-4) y Jotam (2 R. 15:34-35) por cuanto, si bien obedecieron los preceptos deuteronómicos, en líneas generales, el autor específicamente les reclama no haber eliminado los lugares altos.

FUENTES CONSULTADAS POR EL AUTOR DE 1 Y 2 REYES

Los libros 1 y 2 Reyes no son documentos enteramente originales. Se puede considerar al autor como un compilador que reunió información sobre los reyes de Israel y luego evaluó a cada uno de acuerdo con determinados principios morales y religiosos. El propio texto menciona al menos tres fuentes. La primera es el Libro de los Hechos de Salomón (1 R. 11:41), que contenía eventos de la época, material biográfico y fragmentos de los archivos del templo. Los eruditos bíblicos le atribuyen a esta fuente varios pasajes de 1 Reyes: el casamiento de Salomón con una princesa egipcia (1 R. 3:1), el juicio a raíz de la disputa por el niño recién nacido (1 R. 3:16-28), las listas de funcionarios de la corte (1 R. 4:1-6) y gobernadores del reino (1 R. 4:7-19,27), el tratado con Hiram de Tiro y las preparaciones para la edificación del templo (1 R. 5:1-18), la construcción del templo (1 R. 6:1–7:51), la dedicación del templo (1 R. 8:1-66), las nuevas relaciones entre Hiram y Salomón (1 R. 9:11-14), la construcción de las terrazas «Milo» (1 R. 9:24), la sabiduría de Salomón y la visita de la reina de Sabá (1 R. 9:26–10:29), y probablemente la historia de dos enemigos de Salomón (1 R. 11:14-25).


La segunda fuente es el libro Crónicas (o Historias) de los Reyes de Israel que narra los hechos desde el reinado de Jeroboam I hasta el reinado de Peka (1 R. 14:19—2 R. 15:31). Se lo cita como fuente, en forma explícita, en 18 ocasiones. Además de los hechos corrientes, el libro incluía la crónica oficial de sucesos políticos significativos y de acontecimientos memorables de cada reinado.


El libro Crónicas de los Reyes de Judá es la tercera fuente de gran parte del material de 1 R. 14:29—2 R. 24:5, que cubre lo ocurrido desde el reinado de Roboam, hijo de Salomón, y la división del reino en norte y sur, hasta el reinado de Joacim. En quince ocasiones se menciona este libro como fuente consultada por el autor. Aparentemente, son fragmentos de registros de la corte real que contenían archivos del gobierno en Jerusalén. A pesar de que no hay mención específica de esta fuente, los eruditos le atribuyen el relato de los reinados de Ocozías, Joacaz, Joaquín y Sedequías. Curiosamente, no se menciona la muerte ni sepultura de estos reyes, a diferencia del resto de los reyes de Judá. Algunos estudiosos incluyen en esta lista el reinado de Atalía (2 R. 11:1), que usurpó el trono y reinó durante siete años, las obras de construcción del rey Asa (1 R. 15:23), las guerras de Josafat (1 R. 22:45) y el conducto construido por Ezequías (2 R. 20:20).


Es posible que el autor de Reyes haya recurrido a otras fuentes no identificadas. Encontramos pasajes de composición compacta que parecen constituir unidades literarias independientes. Aunque solo podemos especular al respecto, ejemplo de estas unidades narrativas podrían ser los archivos de la corte del rey David (1 R. 1–2) y «ciclos» de tradición de Elías, Eliseo y Acab: (1) los relatos sobre Elías (1 R. 17–19; 21; 2 R. 1), polémicos y de alto contenido político; (2) los relatos sobre Eliseo (2 R. 2–13), con mayor interés en las necesidades religiosas, tanto grupales como individuales, y en el relato de las guerras contra Mesa, rey de Moab (2 R. 3:4-27).


Los relatos sobre Eliseo están incluidos en la historia de Joram, el segundo hijo de Acab, rey de Israel. La narración no sigue un orden cronológico, y no se menciona, acaso deliberadamente, el nombre del rey de Israel, de modo que se desconoce con exactitud qué episodios de la vida de Eliseo sucedieron durante el reinado de Joram. Quizá esto refleje la postura de que el reino del norte, Israel, había sido rechazado por Dios por no dar una respuesta de fe a la contundente manifestación de la existencia y el poder de Dios que recibió a través de Elías, en el Monte Carmelo.


Algunos proponen la existencia de una «fuente de Acab» (1 R. 20; 22:1-38), pero es difícil establecer las diferencias con la fuente de Elías. La narración de Acab describe un permanente antagonismo hacia los sirios (1 R. 20:42), pero esto no basta para diferenciarla de la fuente de Elías; las pruebas son insuficientes. Las conclusiones basadas en este tipo de pruebas «internas» suelen ser subjetivas, en el mejor de los casos, y especulativas, en el peor.


Sin embargo, hay otra fuente digna de atención: la llamada «fuente de Isaías» (2 R. 18:1–20:20). El nombre se debe a que este texto de Reyes es un paralelo casi exacto de Is. 36–39, lo cual indica que el autor de 2 Reyes en el exilio citó al profeta del siglo viii a. C., o bien, ambos recurrieron a una fuente común. Dado que 2 R. 20:20 remite al lector a las Crónicas de los Reyes de Judá si desea más información sobre el reinado de Ezequías, es posible, e incluso probable, que esta sea la fuente en común. Sin embargo, 2 Cr. 32:32 se refiere a la Profecía del Profeta Isaías Hijo de Amoz, y al Libro de los Reyes de Judá y de Israel como fuentes separadas de las Crónicas de los Reyes de Judá. Aunque no hay plena certeza, es muy probable que el autor de Reyes haya copiado el texto directamente del profeta Isaías.