1 CRÓNICAS

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En el año 538 a. C., un año después de haber derrocado al Imperio babilónico, el rey Ciro de Persia promulgó un edicto que autorizaba el regreso de los judíos a su tierra, después de 70 años en el exilio. Luego del regreso, los primeros 75 años fueron particularmente difíciles; no había templo, y las únicas tierras disponibles para los judíos repatriados se limitaban a un radio de unos 25 km (15 millas) alrededor de Jerusalén. Como el muro de Jerusalén estaba en ruinas, los nuevos habitantes quedaban expuestos a los enemigos a su alrededor. Los pueblos vecinos no estaban dispuestos a aceptar a estos «intrusos» que trataban de disputarles el poder político y económico. Las cosechas fueron magras o fracasaron por completo, y el pueblo debió soportar varias hambrunas. Estaban desanimados, y nada contribuía a despertar en ellos la vida espiritual.


El autor de los libros de Crónicas, a quien llamaremos Cronista, reconoció la necesidad de ayudar a los repatriados a recuperar su identidad nacional. Esta era más importante que la división entre el reino del norte y el del sur, puesto que su núcleo de pertenencia residía en la ley de Moisés. Dado que la vida espiritual de la nación estaba en ruinas, era preciso que los levitas y los sacerdotes, verdaderos mediadores de la Palabra y la voluntad de Dios, restablecieran el culto en el templo. Así pues, el Cronista se dispuso a escribir una obra que alentara un cambio en la identidad y en la imagen de sí mismo que tenía el pueblo escogido por Dios.


Originalmente, los dos libros conformaban una unidad. El título en lengua hebrea es «palabras de los días» o «hechos de los días», es decir, los anales de la nación de Israel. Al traducir la obra al griego (versión llamada Septuaginta o LXX), se la dividió en dos partes. Dado que la escritura griega consta de vocales y consonantes, mientras que el texto hebreo de ese tiempo solo tenía consonantes, es posible que la división se haya debido a una mayor extensión del texto traducido. La LXX titula la obra «las cosas omitidas» (Paralipómenos), en virtud de que las Crónicas incluyen material sin paralelo en los libros de Samuel y Reyes. Siglos más tarde, el erudito cristiano Jerónimo describió el libro como «una crónica de toda la historia sagrada». El nombre actual, Crónicas, es una forma abreviada derivada de aquel nombre.


Según el orden del canon hebreo, Crónicas es el último libro de la tercera sección, los «Escritos». La LXX, la Vulgata y las traducciones modernas lo ubican a continuación de Reyes y antes de Esdras-Nehemías, probablemente debido a su contenido histórico y a la coincidencia con el período que describen Samuel y Reyes. En realidad, el libro narra la historia del pueblo hebreo desde Adán hasta el reinado de Ciro de Persia, es decir, cubre el mismo período que los textos desde Génesis hasta Reyes, mientras que Esdras-Nehemías retoman la historia a partir del decreto de Ciro que autorizó a los judíos a regresar a su tierra.


La fecha de redacción más temprana podría establecerse alrededor del 538 a. C., fecha de la promulgación del decreto de Ciro, el hecho que marca el final del libro. A la vez, podemos deducir una fecha tardía probable a partir del libro de Ben Sirá, que incluye materiales de Crónicas y se publicó en el 180 a. C., y de la traducción de la LXX realizada en el siglo ii a. C. De modo que tenemos delimitado un período de alrededor de 350 años durante el cual pudo haberse escrito Crónicas.


Pero es posible lograr una fecha aún más exacta. En 1 Cr. 3:19-24, se enumeran dos generaciones (no cuatro, como parece a primera vista) de descendientes de Zorobabel, y dado que este pertenece aprox. al 520 a. C., se puede inferir que Crónicas fue compilado alrededor del 400 a. C., o poco tiempo después. No hay consenso académico respecto de la fecha exacta, pero la intención del autor al escribir el libro hace pensar en el siglo iv a. C. como fecha apropiada.


Si bien el autor de Crónicas permanece anónimo, las autoridades rabínicas afirmaron que el escriba Esdras puso por escrito las genealogías. ¿Acaso un mismo autor habrá escrito Crónicas y también Esdras y Nehemías? Puesto que el libro finaliza con el edicto de Ciro, el autor no pudo haber vivido en una época muy anterior a la de Esdras. Los primeros versículos de este coinciden con los versículos finales de Crónicas, lo cual indica que Esdras y Nehemías tuvieron acceso a Crónicas. De todos modos, estos datos son compatibles con la conclusión de que Crónicas es una obra independiente. Es posible que Esdras tan solo haya usado los últimos versículos del cronista a fin de establecer el marco contextual para su obra.


Los dos libros comparten características lingüísticas asociadas con el hebreo posexílico clásico, lo cual prueba que se escribieron en la misma era lingüística, aunque no necesariamente sean obra del mismo autor. Asimismo, la perspectiva y postura teológica común a estos dos libros da pie para pensar que ambos autores pertenecían a la misma escuela teológica y compartían idénticos valores religiosos. En última instancia, estemos en presencia de uno o de dos autores, los libros de Crónicas y Esdras-Nehemías se presentan como obras independientes, con propósitos y objetivos diferentes, y cada una aparece como una unidad narrativa dotada de coherencia interna. Se las debe analizar como obras autónomas, completas en sí mismas.


Una lectura detenida de Crónicas revela una serie de datos sobre el autor. Indudablemente, integraba la corriente teológica posexílica, y tenía una visión de la vida más religiosa que secular. Pudo haber sido sacerdote o levita, pero creía firmemente que el pueblo llegaba a conocer la voluntad de Dios a través de la mediación del sacerdocio de los levitas. Su obra refleja los valores e ideales de Ezequiel y de otros profetas posexílicos respecto de la adoración en el templo y la correcta observancia de rituales. Este énfasis teológico en un estricto cumplimiento de las normas de organización social y religiosa constituía una acción preventiva para evitar una vuelta a la idolatría y a la apostasía, que habían provocado el juicio de Dios en primera instancia. El Cronista, igual que los profetas posexílicos, no deseaba un nuevo juicio de Dios sobre Israel a causa de la desobediencia al primer mandamiento. El autor subrayó la importancia de la pureza moral y el estricto cumplimiento del culto ritual para que la bendición de Dios se hiciera realidad sobre la nación recientemente restaurada.


El libro de 1 Crónicas empieza con nueve capítulos de listas genealógicas que comienzan con Adán y enumeran sus descendientes hasta llegar a los hijos de Jacob. El resto de los capítulos (10–29) relatan la vida de David, y los primeros nueve capítulos de 2 Crónicas describen el reinado de su hijo Salomón. Las historias de padre e hijo deben analizarse como una unidad, dado que el Cronista los presenta a ambos como modelos de los reyes de Israel. En los caps. 10–36, se describe la crónica de Judá, el reino del sur, después de la división del reino de Israel en norte y sur.

LA IMPORTANCIA DE LAS GENEALOGÍAS

El Cronista atribuyó notable importancia a las genealogías, por lo tanto, el lector moderno no puede minimizarlas si tiene verdadero interés por comprender el mensaje del libro. Algunas listas genealógicas muestran el parentesco entre Israel y las tribus vecinas, mientras que otras sirven para legitimar a quienes ocupan puestos jerárquicos y de poder. Las genealogías reflejan una visión teleológica de la historia, es decir, la visión de que la humanidad avanza hacia la meta fijada por el Creador. Más importante aún, estas listas encuadran la visión del Cronista expresada en la frase «todo Israel».

 

Esta expresión, muy significativa, aparece 45 veces a lo largo de la obra. Para el autor, ya no había norte ni sur, Israel ni Judá, sino tan solo «todo Israel». Las genealogías resaltan la unidad de los hijos de Jacob, a quienes el Cronista siempre llama «todo Israel». Así, leemos que «todo Israel» aceptó a David como rey en Hebrón (1 Cr. 11:1). Las listas en 1 Cr. 11–12 parecen responder a esta visión de «todo Israel»: «Todo Israel» estuvo presente en la dedicación del templo (2 Cr. 7:8); Ezequías convocó a «todo Israel» a rendir culto en Jerusalén (2 Cr. 30:1), y aunque la mayoría se burló de la invitación del rey, algunos «se humillaron» delante de Yahvéh y fueron a adorar en Jerusalén (2 Cr. 30:11). Aunque Israel se había dividido, el daño no era irreparable, y el pueblo siempre tenía posibilidad de arrepentirse.

 

El libro de Crónicas, básicamente, ignora al reino del norte, excepto en sus interacciones con Judá. Esto ofrece una clave importante con relación al propósito del autor; el Cronista intentó probar que la nación recientemente restaurada era la verdadera heredera del pacto de David. Es lógico, pues, que la mayor parte de los textos de Crónicas estén dedicados a David y Salomón, el ideal de realeza según Deuteronomio. El autor presumía que sus lectores conocían el contenido de los libros de Samuel y Reyes, de modo que solo incluyó la información necesaria para ubicar el contexto histórico. Asimismo, decidió omitir las faltas personales de David y de Salomón, y también las historias de Absalón, Amnón y Adonías, porque no eran significativas en términos del culto en el templo ni de otras instituciones de la teocracia (gobierno ejercido por Dios). Algunos estudiosos sugieren que el Cronista trató de encubrir los pecados y defectos de David y de Salomón, pero no hay duda de que el autor esperaba que los lectores estuvieran familiarizados con el contenido de Samuel y Reyes. Los aspectos negativos de los reyes eran públicos y notorios, de modo que no se trataba de encubrimiento; simplemente, no eran pertinentes a los temas que preocupaban al autor, cuya atención estaba centrada en las consecuencias de la idolatría y en el deseo de Dios de que los pecadores se arrepintieran y retomaran el camino de la obediencia a la ley de Moisés. Dicha obediencia debía ser la característica fundamental de toda persona que aceptaba el pacto con Yahvéh, puesto que la nación elegida debía ser fiel reflejo de la moral de su Señor.

 

En su magnífico estudio sobre la historia de Israel, el Cronista a menudo recurrió a fuentes de la propia Escritura: el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia), Josué, Samuel y, particularmente, los libros de Reyes, citados de manera explícita en 2 Cr. 27:7; 35:27 y 36:8. Para construir las genealogías, el Cronista seguramente se valió de otras fuentes además del material bíblico. Las diferencias en cuanto al orden y la distribución son tan notorias que permiten concluir que hubo otras fuentes que pudieron ser preservadas a pesar de la destrucción de Jerusalén en el 586 a. C.

LA CREDIBILIDAD DE 1 Y 2 CRÓNICAS

Aun cuando existe la certeza de que el Cronista conocía y consultó el libro de Reyes, al comparar detenidamente los pasajes paralelos, se observa que hay datos en Crónicas que no figuran en Reyes y, a la vez, se omiten otros presentes en Reyes. Esto sugiere que el Cronista consultó otra fuente o fuentes, además de Reyes, pero también pone de manifiesto que el propio autor de Reyes consultó esa otra fuente o fuentes. Por ejemplo, en 2 Cr. 24:27 se cita el «Libro de los reyes». Otras fuentes extracanónicas usadas por el Cronista incluyen narraciones de profetas y videntes (1 Cr. 29:29; 2 Cr. 9:29; 12:15; 13:22; 24:30; 26:22; 32:32; 33:19), y genealogías oficiales preservadas en archivos del gobierno, aunque no han llegado hasta nosotros.

 

Algunas diferencias en los textos de Crónicas se deben a que el Cronista consultó textos hebreos de una tradición diferente de la que consultó el autor de Reyes. Los expertos en crítica textual lograron reconstruir la historia de los mss. mediante el estudio comparativo de grupos de variantes textuales en diferentes mss. Así, llegaron a la conclusión de que en tiempos del Cronista existían dos grandes «familias» de mss. hebreos de Crónicas: la familia que finalmente se conoció como «texto masorético» (TM), y una menos conocida, la familia «palestina», representada por la recensión luciánica de la LXX y el Pentateuco Samaritano. El texto de Crónicas está basado en una copia de Samuel-Reyes más aproximada a la familia palestina que al TM usado en las actuales versiones impresas de la Biblia hebrea. Sin embargo, la mayoría de las diferencias se explican a partir de la comparación del propósito literario de Reyes y de Crónicas.

 

Ante la pregunta sobre la credibilidad histórica de 1 y 2 Crónicas, la respuesta es afirmativa: son fidedignos. Sin embargo, como la manera de escribir y seleccionar el material adoptada por el autor representa claramente el punto de vista de Judea y de los levitas, los eruditos de la alta crítica se han inclinado a sostener que Crónicas es tendencioso y que, por lo tanto, su testimonio histórico carece de valor. Pero recordemos que el Cronista no pretendió escribir una narración histórica objetiva, en el sentido moderno. La selección del material se basó en criterios diferentes. El libro se escribió en el contexto de la teocracia judía posexílica con el propósito de presentar una visión correcta y correctiva de la historia de Israel, desde sus orígenes hasta el final del exilio, marcado por el edicto de Ciro. El Cronista compuso una síntesis histórica desde una perspectiva teológica definida, con la intención de que sirviera como antídoto contra la apatía espiritual de su tiempo.