1 CORINTIOS

Autor

El apóstol Pablo escribió la primera carta a los corintios, y son muy pocos los eruditos bíblicos que cuestionan su autoría. Además, mss. del siglo ii no dejan lugar a duda respecto de que el texto debe considerarse como un todo integral. Dejando a un lado los problemas textuales y de autoría, debemos señalar que la iniciativa de escribir esta carta no partió enteramente de Pablo. En la iglesia de Corinto, se vivía un clima de gran agitación, y el apóstol escribió esta carta en respuesta a alarmantes noticias que había recibido y, también, para responder a una serie de preguntas que la iglesia le había hecho llegar. Así, pues, Pablo estructuró el contenido de su carta magistral a partir de estas inquietudes y preguntas. Abordó el tema de la sabiduría (caps. 1–4), las prácticas sexuales (caps. 5–7), los sacrificios paganos (caps. 8–10), el comportamiento en la iglesia (caps. 11–14) y la resurrección del cuerpo (cap. 15). Como en otras cartas, Pablo hizo referencia a cuestiones personales en el último capítulo.

FECHA DE COMPOSICIÓN

Es posible establecer la fecha de las cartas a los corintios a partir de ciertas referencias, incluidas en Hechos, sobre dos acontecimientos del mundo romano, debidamente fechados. El primero fue la expulsión de los judíos de Roma, ordenada por el emperador Claudio en el 49 d. C. (la fecha aparece en los documentos del historiador Suetonio, Claudius 25.4). Como consecuencia de este éxodo masivo, Aquila y Priscila se trasladaron a Corinto (Hch. 18:2). El segundo acontecimiento de fecha cierta es el nombramiento de Galión como gobernador de la provincia de Acaya, a mediados del 51 d. C. (la fecha aparece en la inscripción de Galión hallada en Delfos). En Hch. 18:12, Lucas señaló que «Galión [era] procónsul de Acaya» en el momento en que Pablo estaba en Corinto.


Podemos afirmar, pues, que Pablo llegó a Corinto durante el año 50 d. C. y que partió, aproximadamente, a mediados del 52 d. C. (Hch. 18:11). Unos meses después, Pablo llegó a Éfeso y permaneció allí cerca de tres años. Hacia el final de su ministerio en esta ciudad, escribió 1 Corintios, muy posiblemente, con fecha 54 d. C., aunque pareciera que Pablo hubiera escrito una carta anterior que se perdió (1 Co. 5:9).

TEMAS

Muchos eruditos bíblicos han señalado que la fuerte cultura pagana de la ciudad de Corinto había permeado los valores y la conducta de estos nuevos cristianos, y que Pablo escribió 1 Corintios precisamente para corregir los efectos de esta influencia. En los caps. 1–4, Pablo debatió el tema «la sabiduría de este mundo»; en los caps. 5–7, se refirió a los frecuentes problemas relacionados con la sexualidad y las demandas judiciales; en los caps. 8–10, el tema central es la idolatría que se practicaba en la ciudad; en los caps. 11–14, el apóstol enfrentó a los corintios por permitir que los criterios del mundo primaran en la iglesia, manifestándose en la separación entre ricos y pobres, y la búsqueda del destaque personal en las reuniones; por último, en el cap. 15, Pablo responde al escepticismo griego con respecto a la resurrección del cuerpo. Así pues, en cierto sentido, 1 Corintios trata sobre la confrontación que se daba en una ciudad grecorromana como Corinto entre el evangelio de Cristo crucificado y resucitado, y la multifacética cultura pagana propia de aquel tiempo.


Quizá no suele prestarse la debida atención al problema de fondo que, muy posiblemente, afectaba a la comunidad de Corinto y que motivó la carta de Pablo: Corinto era una iglesia joven, y en aquel momento, la ausencia de Pablo había resultado más prolongada que su estancia entre ellos. Aparentemente, la visita de personalidades como Apolos y el apóstol Pedro había provocado cierta incertidumbre en la iglesia, incertidumbre con relación al papel de Pablo como su «padre» en el evangelio. Además, se desprende de la carta que habían surgido, en los últimos dos o tres años, líderes locales orgullosos de su elocuencia («sabiduría»), que cuestionaban la permanente supervisión apostólica que Pablo ejercía a distancia. Este escribió para hacer frente a dichos problemas y ofrecer una visión clara respecto de la dirección en que debía encaminarse la joven iglesia.